jueves

Capítulos 18 al 20



Capítulo 18

EL FINAL DEL SUEÑO

I.   El substituto de la realidad
1   Substituir es aceptar una cosa por otra
2   En cualquier situación en la que el ego percibe a una persona como substituto de otra, el Espíritu Santo solo ve su unión e indivisibilidad.  Él no elige entre ellas, pues sabe que son una sola.
3   La única emoción en la que la substitución es imposible es el amor. El miedo, por definición, conlleva substitución, pues es el substituto del amor.
7   Ninguna de tus substituciones tiene importancia. Es lo único que tienen en común, nada más…  Deja que se las lleve el viento…  Y vuélvete hacia la majestuosa clama interna.

II.   La base del sueño
2   Los sueños son caóticos porque están regidos por tus deseos conflictivos, y así, lo que es verdad les trae sin cuidado… Al despertar no los tomas en cuenta, pues el hecho de que la realidad se viola tan radicalmente en ellos resulta evidente.
5   Estas soñando continuamente. Lo único que es diferente entre los sueños que tienes cuando duermes y los que tienes cuando estas despierto es la forma que adoptan, y eso es todo.  Su contenido es el mismo.
6   El primer cambio que tiene que producirse antes de que los sueños desaparezcan, es que tus sueños de miedo se conviertan en sueños felices. Esto es lo que el Espíritu Santo hace con la relación especial, la usa de manera diferente, a fin de ayudarte a que Su propósito se vuelva real.  Seguirá siendo una relación especial, pero no será una fuente de dolor o culpabilidad, sino de dicha y liberación.

IV.   La pequeña dosis de buena voluntad
6   Si intentas prepararte a ti mismo para el amor, lo único que harás será incrementar tu miedo.  La preparación para el instante santo le corresponde a Aquel que lo da… Dale solo lo que Él te pide, para que puedas aprender cuan ínfimo es su papel, y cuán grande es el suyo.
7   Esto es lo que hace que el instante santo sea algo tan fácil y natural.  Tú haces que sea difícil porque insistes en que debe haber algo más que tú tienes que hacer. Te resulta difícil aceptar la idea de que sólo necesitas dar un poco para recibir mucho…  Más hemos subrayado que no tienes que comprender nada.  La salvación es fácil de alcanzar precisamente porque no te pide nada que no puedas dar ahora mismo.

V.   El sueño feliz
2   Tú papel consiste únicamente en estar dispuesto, aunque sea mínimamente, a que Él elimine todo vestigio de odio y de terror y a ser perdonado.
4   Los sueños felices se vuelven reales, no porque sean sueños, sino únicamente porque son felices. Por lo tanto no pueden sino ser amorosos.  Su mensaje es “Hágase Su Voluntad”  y no “Quiero que sea de otra manera”   (*)  … La poca fe que se necesitó para cambiar de propósito es todo lo que requiere para aceptar los medios y para ponerlos en práctica.

VI.  Más allá del cuerpo
1   No hay nada externo a ti.  Eso es lo que finalmente tienes que aprender…  El Cielo no es un lugar ni tampoco una condición.  Es simplemente la conciencia de la perfecta unicidad y el conocimiento de que no hay nada más.
2   La creencia de que puedes dar u obtener otra cosa –algo externo a ti­– te ha costado la conciencia del Cielo y la de tu identidad.
3   Las mentes están unidas, los cuerpos no.  Solo al atribuirle a la mente las propiedades del cuerpo parece posible la separación…  La mente no puede atacar, pero puede forjar fantasías y ordenarle al cuerpo que las exteriorice…  La mente no puede atacar, pero puede engañarse a sí misma.
9   El cuerpo es algo externo a ti, y solo da la impresión de rodearte, de aislarte de los demás, y de mantenerte separado de ellos y a ellos de ti.  Pero el cuerpo no existe.  No hay ninguna barrera entre Dios y su hijo, y su Hijo no puede estar separado de Si Mismo, salvo en ilusiones.
11   Te has escapado del miedo y alcanzado la paz, no cuestionando la realidad, sino simplemente aceptándola.

VII.  No tengo que hacer nada
1   Tienes todavía demasiada fe en el cuerpo como fuente de fortaleza… De acuerdo con tu interpretación, esto hace del cuerpo un fin y no un medio.
2   Hay algo que nunca has hecho: jamás te has olvidado completamente del cuerpo. Quizá alguna que otra vez lo hayas perdido de vista, pero nunca ha desaparecido del todo. No se te pide que dejes que ello ocurra por más de un instante; sin embargo, en ese instante es cuando se produce el milagro de la Expiación…  Y cada instante que pases sin ser consciente de tu cuerpo te proporcionará una perspectiva diferente de él cuando regreses.
4   Es imposible aceptar el instante santo sin reservas a no ser que estés dispuesto, aunque solo sea un instante, a no ver el pasado ni el futuro.
7   Hacer algo siempre involucra al cuerpo. Y si reconoces que no tienes que hacer nada, habrás dejado de otorgarle valor al cuerpo en tu mente…  No hacer nada es descansar, y crear un lugar dentro de ti donde la actividad del cuerpo cesa de exigir tu atención. A ese lugar llega el Espíritu Santo, y ahí mora. Él permanecerá ahí cuando tú te olvides y las actividades del cuerpo vuelvan a abarrotar tu mente consciente.
8   Más ese lugar de reposo al que siempre puedes volver siempre estará ahí.  Y serás más consciente de este tranquilo centro de la tormenta, que de toda su rugiente actividad.  Este tranquilo centro, en el que no haces nada, permanecerá contigo, brindándote descanso en medio del ajetreo de cualquier actividad a la que se te envíe.  Pues desde este centro se te enseñará a utilizar al cuerpo impecablemente.  Este centro, del que el cuerpo está ausente, es lo que hará que también esté ausente de tu conciencia.

VIII.  El pequeño jardín
1   Estar consciente del cuerpo es lo único que hace que el amor parezca limitado pues el cuerpo es un límite que se le impone al amor… ¿Cómo podrías tú, que te ves a ti mismo dentro de un cuerpo, saber que eres una idea?
IX.   Los dos mundos 
12   El amor no es algo que se pueda aprender. Su significado reside en sí mismo.  Y el aprendizaje finaliza una vez que has reconocido todo lo que no es amor…  El amor no es algo que se pueda aprender porque jamás ha habido un solo instante en que no lo conocieses.


Capítulo 19

LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ

I.   La curación y la fe
1   Dijimos anteriormente que cuando una situación se ha dedicado completamente a la verdad, la paz es inevitable…  Más dijimos también que es imposible alcanzar la paz sin tener fe.
3   El cuerpo no puede curarse porque no puede causarse enfermedades a sí mismo. No tiene necesidad de que se le cure.  El que goce de buena salud o esté enfermo depende enteramente de la forma en que la mente lo percibe y del propósito para el que quiera usarlo.
6   La mente, pues, es la que tiene necesidad de curación. Y en ella es donde se encuentra.
9   Tener fe es sanar…  No te vales de nada que tu hermano haya hecho antes para condenarlo ahora.  Elijes libremente pasar por alto sus errores, al mirar más allá de todas las barreras que hay entre tú y él y verás a los dos como uno solo. Y en esa unidad que contemplas, tu fe está totalmente justificada. La falta de fe nunca está justificada. La fe, en cambio, siempre lo está.
10   La fe es lo opuesto al miedo, y forma parte del amor tal como el miedo forma parte del ataque. La fe es el reconocimiento de la unión.

III.   La irrealidad del pecado
4   Todo error es necesariamente una petición de amor.
5   Pero el pecado es la creencia de que tu percepción es inalterable y de que la mente tiene que aceptar como verdadero lo que le dicta la percepción.

IV.   Los obstáculos a la paz
¿Quién trasmitiría mensajes de odio y de ataque si entendiera que se los está enviando a sí mismo? ¿Quién se acusaría, se declararía culpable y se condenaría a sí mismo?
El ego siempre proyecta sus mensajes fuera de ti, al creer que el otro y no tú el que ha de sufrir por sus mensajes de ataque y culpabilidad.
Mientras no perdones a tu hermano completamente, tú sigues sin ser perdonado.  Tienes miedo de Dios porque tienes miedo de tu hermano.  Temes a los que no perdonas.  Y nadie alcanza el amor con el miedo a su lado.
Necesitas perdonar a tu hermano, pues juntos compartiréis la locura o el Cielo. Y juntos alzaréis la mirada con fe o no la alzaréis en absoluto.


Capítulo 20

LA VISIÓN DE LA SANTIDAD

III.   El pecado como ajuste
5   El mundo que ves no es sino un juicio con respecto a ti mismo…  Ése es el mundo que ves: un juicio contra ti mismo, que tú mismo has emitido.  Y tú te ves obligado a adaptarte a ese mundo mientras sigas creyendo que esa imagen es algo externo a ti, y que te tiene a su merced.

IV.   La entrada al arca
1   Nada puede herirte a no ser que le confieras poder… No obstante, no es a ti a quien corresponde conferir poder a nada.  Todo poder es de Dios.


No hay comentarios:

Publicar un comentario